Clusterina podría ser clave contra el Alzheimer

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Un avance reciente en neurociencia ha puesto en el foco a la clusterina, una proteína que, aunque menos conocida, emerge como una promesa

Un avance reciente en neurociencia ha puesto en el foco a la clusterina, una proteína que, aunque menos conocida, emerge como una promesa

Un avance reciente en neurociencia ha puesto en el foco a la clusterina, una proteína que, aunque menos conocida, emerge como una promesa clave para proteger el cerebro frente al alzhéimer. Investigadores del Hospital General de Massachusetts (Mass General Brigham) han descubierto que este péptido con capacidad protector-cerebral podría reducir la inflamación en el sistema nervioso y ayudar a mantener las conexiones entre neuronas, lo que abre la puerta a nuevas estrategias en el tratamiento personalizado de enfermedades neurodegenerativas. No obstante, la función de la clusterina resulta compleja pues varía según el progreso de la enfermedad, por lo que su estudio requiere extrema precisión.

Los hallazgos publicados en la revista Neuron ponen de manifiesto que incrementar la cantidad de clusterina (CLU) en el cerebro representa una vía innovadora y complementaria a las terapias anti-amiloides tradicionales para prevenir el deterioro cognitivo y fomentar la resiliencia cerebral. En análisis realizados sobre modelos diversos —que incluyen tejidos cerebrales de más de 700 pacientes, cultivos celulares y modelos animales— se evidenció que niveles elevados de esta proteína mitigan la inflamación causada por la interacción entre astrocitos y microglía, al tiempo que ayudan a preservar las sinapsis, esenciales para la comunicación neuronal y el correcto funcionamiento cerebral.

Para la coautora del estudio, Tracy Young-Pearse, la clusterina podría convertirse en un recurso terapéutico complementario eficaz junto a las opciones de tratamiento existentes, y tendría además potencial en otras enfermedades cerebrales relacionadas con el envejecimiento y procesos neuroinflamatorios similares. Sin embargo, investigaciones previas advierten que la clusterina también podría estar implicada en el avance de la enfermedad. Por ejemplo, en estudios con modelos animales transgénicos de alzhéimer, la supresión genética de clusterina redujo notablemente la formación de placas amiloides, la degeneración sináptica y los déficits cognitivos en etapas iniciales; dichos efectos dejaron de ser evidentes en fases avanzadas, lo que sugiere que la clusterina puede empeorar la toxicidad del amiloide en los primeros estadios, aunque su influencia disminuya con el tiempo.

Respecto a su distribución en el cerebro y las predisposiciones genéticas, en humanos esta ambigüedad también se refleja. Biomarcadores que miden niveles de clusterina en el líquido cefalorraquídeo (LCR) se asocian con mayor atrofia en el córtex entorrinal, una de las primeras áreas afectadas en el alzhéimer, especialmente en personas con altas concentraciones de amiloide en LCR. Análisis histopatológicos demuestran que los niveles de clusterina son mayores en zonas con acumulación significativa de amiloide, como el córtex frontal y el parahipocampo. No obstante, en estas regiones, la proporción entre clusterina y amiloide es menor, lo que puede facilitar la formación patológica de depósitos amiloides.

Además, en portadores del alelo APOE4 —un factor genético de riesgo para desarrollar alzhéimer— se observa una mayor acumulación de clusterina en las sinapsis, lo que podría intensificar el daño sináptico asociado a la acumulación de amiloide, potenciando así la progresión de la enfermedad.

En resumen, aunque la clusterina emergen como una proteína con un papel protector fundamental en el cerebro, especialmente para modular la inflamación y preservar la comunicación neuronal, su interacción con los mecanismos patológicos del alzhéimer es compleja y dependiente del estadio de la enfermedad, subrayando la necesidad de un estudio continuo y preciso para desarrollar terapias personalizadas efectivas.

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